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Topo y el islote de Topo
Para llegar a la población más importante del Este, Topo, debemos conducir casi 30 km por la costa sudeste atravesando verdes y solitarios paisajes con idílicas imágenes de vacas paciendo bajo el sol. Su colonización empezó con la llegada del noble Flamenco Wilhelm van der Hagen. En los siglos que se sucedieron, Topo se convirtió en una verdadera capital (no reconocida de forma oficial) de la isla por su importancia a nivel económico. Testigos del pasado esplendoroso de la localidad son algunas muy notables casas solariegas como la Casa dos Tiagos del S. XVII, la iglesia parroquial de Nossa Senhora do Rosário y el ayuntamiento, alojado en un antiguo monasterio Franciscano. El pequeño puerto rodeado de acantilados volcánicos en tonos rojizos es desde donde los balleneros solían salia a faenar.
En el lado opuesto a la Ponta do Topo, hay un cabo con un faro y que marca el extremo más oriental de la isla. Es ahí que encontramos el Ilhéu do Topo, un pequeño islote donde se ven vacas paciendo durante el verano. Declarado reserva natural por sus magníficos ejemplares de flora endémica de las Azores que se pueden encontrar, el islote se ha convertido en el lugar predilecto para anidar de varias especies de aves.
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